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Sat, 16 Mar 2024 18:50:51 +0000
Cuaresma, tiempo de sacrificio
Y os dejamos el propósito para mañana
Señor Jesús, elevado sobre la tierra en la Cruz atraes a todos hacia Ti, hacia tu Amor redentor que salva. Eres estandarte de vida y salvación para cuantos te miran. Que mis ojos y mi corazón nunca se aparten de Ti
Sábado
16 de marzo de 2024
Lecturas:
Jr 11, 18-20. Tú, Señor, juzgas rectamente.
Sal 7, 2-3.9-12. Señor, Dios mío, a ti me acojo.
Jn 7, 40-53. Nadie ha hablado jamás como este hombre.
En la primera lectura escuchamos la confesión de Jeremías que comprende cómo el Señor le muestra el complot que se ha urdido contra él por su fidelidad a Dios.
Este será un signo que acompañará siempre a aquellos que permanezcan en la voluntad de Dios. Por eso, Jesús los declarará dichosos (cf. Mt 5, 10-12).
Jeremías se parece a Jesús al presentarse como cordero manso, llevado al matadero; pero difiere de él en cuanto que pide venganza contra sus enemigos, mientras que Jesús pedirá el perdón y la exculpación para los que le están matando: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34).
Desear el mal a los demás no cabe en la oración cristiana: Bendecid a los que os persiguen; no maldigáis… No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien (cf. Rom 12, 14-21).
En medio de esta situación, el Salmo nos invita a descansar en Dios: Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame… Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón.
Este es el camino del discípulo, el camino de la Pascua: lo que importa es que llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo…, sin dejaros intimidar en nada por los adversarios. Esto será para ellos una señal de perdición, y para vosotros, de salvación. Tal es el designio de Dios, que os ha concedido a través de Cristo, no sólo la gracia de creer en él, sino también de padecer por él (cf. Flp 1, 27-29).
Y con la confianza de que ni uno sólo de tus cabellos caerá sin que Dios lo permita (cf. Mt 10, 30).
Como veíamos, la Palabra nos invita a vivir de la fe, a descansar en el Señor: Señor, Dios mío, a ti me acojo… pues a ti he confiado mi causa.
Así lo hemos cantado antes del Evangelio: Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.
¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).
¡Ven Espíritu Santo! ???? (cf. Lc 11, 13).
Señor Jesús, elevado sobre la tierra en la Cruz atraes a todos hacia Ti, hacia tu Amor redentor que salva. Eres estandarte de vida y salvación para cuantos te miran. Que mis ojos y mi corazón nunca se aparten de Ti
Sábado
16 de marzo de 2024
Lecturas:
Jr 11, 18-20. Tú, Señor, juzgas rectamente.
Sal 7, 2-3.9-12. Señor, Dios mío, a ti me acojo.
Jn 7, 40-53. Nadie ha hablado jamás como este hombre.
En la primera lectura escuchamos la confesión de Jeremías que comprende cómo el Señor le muestra el complot que se ha urdido contra él por su fidelidad a Dios.
Este será un signo que acompañará siempre a aquellos que permanezcan en la voluntad de Dios. Por eso, Jesús los declarará dichosos (cf. Mt 5, 10-12).
Jeremías se parece a Jesús al presentarse como cordero manso, llevado al matadero; pero difiere de él en cuanto que pide venganza contra sus enemigos, mientras que Jesús pedirá el perdón y la exculpación para los que le están matando: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (cf. Lc 23, 34).
Desear el mal a los demás no cabe en la oración cristiana: Bendecid a los que os persiguen; no maldigáis… No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien (cf. Rom 12, 14-21).
En medio de esta situación, el Salmo nos invita a descansar en Dios: Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame… Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón.
Este es el camino del discípulo, el camino de la Pascua: lo que importa es que llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo…, sin dejaros intimidar en nada por los adversarios. Esto será para ellos una señal de perdición, y para vosotros, de salvación. Tal es el designio de Dios, que os ha concedido a través de Cristo, no sólo la gracia de creer en él, sino también de padecer por él (cf. Flp 1, 27-29).
Y con la confianza de que ni uno sólo de tus cabellos caerá sin que Dios lo permita (cf. Mt 10, 30).
Como veíamos, la Palabra nos invita a vivir de la fe, a descansar en el Señor: Señor, Dios mío, a ti me acojo… pues a ti he confiado mi causa.
Así lo hemos cantado antes del Evangelio: Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.
¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).
¡Ven Espíritu Santo! ???? (cf. Lc 11, 13).
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