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Wed, 01 May 2024 10:39:43 +0000
Primeras profesiones
Vamos a empezar un poquito con todo lo que dio de sí el día. Es un día cargado de emoción y recuerdos en la Congregación
Aquí en Valencia, dos hermanas emitieron sus "Primeros Votos". Fue una ceremonia preciosa, presidida por el Vicario d. Jesús
Os dejamos aquí el enlace por si queréis revivir la preciosa ceremonia de aquí de Valencia
VALENCIA:
Sor Milena Francisco Efamaio
Sor Dialeny Fernández Rojas
FONTIBÓN:
Sor Yoli Melissa Ramire Mayak.
LIMA:
Sor María Laurita Uriarte Díaz
Sor Triccy Liceth Peralta Coronel
TLALPAN:
Sor Wendy Karola Ordoñez López
Y aquí os dejamos la homilía que nos regaló d. Jesus, por si queréis meditarla nuevamente:
Aquí en Valencia, dos hermanas emitieron sus "Primeros Votos". Fue una ceremonia preciosa, presidida por el Vicario d. Jesús
Os dejamos aquí el enlace por si queréis revivir la preciosa ceremonia de aquí de Valencia
VALENCIA:
Sor Milena Francisco Efamaio
Sor Dialeny Fernández Rojas
FONTIBÓN:
Sor Yoli Melissa Ramire Mayak.
LIMA:
Sor María Laurita Uriarte Díaz
Sor Triccy Liceth Peralta Coronel
TLALPAN:
Sor Wendy Karola Ordoñez López
Y aquí os dejamos la homilía que nos regaló d. Jesus, por si queréis meditarla nuevamente:
“El salmo de la liturgia de hoy nos proclama “Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado”. Damos gracias al Señor por el sí de las Hermanas y porque han dejado que el Señor reine en sus vidas, porque se han puesto a su servicio y le han dicho con el salmista: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
En la primera lectura, con san Pablo, vemos que hay que pasar mucho para entrar en el reino de los Cielos. Esta semana, leía un comentario del padre Raniero Cantalamessa que decía que Dios se sirve de los sufrimientos de la vida cotidiana para purificarnos, pero no añade ningún sufrimiento por su voluntad a los que la vida ya nos propone. Hay que pasar mucho para entrar en el Reino de los Cielos, efectivamente. Vosotras, queridas hermanas, tendréis muchas pruebas, muchos sufrimientos. A partir de ahora, ¿qué sufrimientos os vais a encontrar?
Pues el primero, el sufrimiento de renunciar a la propia voluntad. “Desde que mi voluntad está rendida del todo a la vuestra…” Santa teresa. Pues bien: renunciar a vuestra voluntad: vuestra voluntad, desde hoy, es la voluntad de Dios. Eso es muy hermoso. Pero es un sacrificio. Porque a todos nos gusta ser independientes, ser autónomos y hacer lo que queremos. Renunciando a vuestra voluntad, os estáis expropiando y estáis diciendo: ya no rijo yo mi vida: es Dios quien rige mi vida. La voluntad de Dios es mi voluntad. Pero este ejercicio, es un ejercicio de ascesis, que comporta un sufrimiento, una mortificación, porque hay que ir muriendo al yo propio para dejar que cada vez sea más el Yo de Cristo quien esté en vuestra vida.
Otro sufrimiento que seguramente tendréis que afrontar en vuestra vida es renunciar al propio egoísmo. Renunciar al egoísmo para llevar una vida de comunidad. la vida de comunidad exige el dejar de lado completamente mi egoísmo, pensar solamente en mí mismo, en mis gustos… para pensar en la Comunidad, y entregarse por entero a la comunidad. Es el distintivo de la profesión religiosa: la vida comunitaria, y estimar a las hermanas, y amarlas y quererlas de verdad… no debe ser tarea fácil. Porque si ya nos cuesta en las relaciones ordinarias el querernos, el respetarnos, el perdonarnos, el aguantarnos de vez en cuando… pues, viviendo las 24 horas juntas, compartiendo todo, compartiendo trabajo, oración, espacios… bueno, pues, a veces, eso también resulta difícil. Hay que pasar esos sufrimientos.
Y después, una 3ª cosita que me parece también que es muy significativa: entregar vuestra libertad a Cristo, renunciar a la propia libertad. Eso en estos momentos en los que uno de los grandes valores que prima en la sociedad, y sobre todo entre jóvenes, coetáneos vuestros, es hacer lo que quiero, donde quiero, como quiero y cuando quiero. Y vosotras, justamente, estáis ofreciendo vuestra libertad a Cristo para no hacer lo que vosotras queréis, sino lo que Él quiere. Y dejando que vuestra libertad sea Cristo. Es decir: ser libres en Cristo, desprenderos de todo por Cristo, para vivir en la libertad de Cristo. Y así desprenderos de vanagloria humana, desprenderos de gratificaciones humanas, desprenderos de comodidades, de caprichos… de todo aquello que humanamente nos apetece como aquello que parece que va a hacer nuestra vida más feliz pero que, en el fondo, son ataduras. Vosotras, en este seguimiento perfecto de Cristo, os iréis poco a poco desprendiendo de todo esto para que vuestra libertad entera sea Cristo.
Vuestra voluntad, la voluntad de Dios.
Vuestro yo, el Yo de Jesucristo
Y vuestra libertad, la de Jesucristo
Y todo esto es una lucha, un sacrificio… Un que toda vuestra vida va a ser una carrera de obstáculos. Pues sí… pero no. Más no que sí. Porque todo esto lo hacéis porque Cristo lo hace en vosotros. Es como acababa la lectura de los Hechos de los Apóstoles. Ellos contaron todo lo que el Señor había hecho por medio de ellos. Pues mirad: vosotras vais a dejar que el Señor actúe en vosotras y, por eso, todo este camino de sufrimiento realmente y de luchas, se va a convertir en un camino de Gloria también. Es un camino de amistad con Cristo, porque dejaréis que Él actúe en vosotras y que vosotras seáis también instrumentos suyos, para que Él realice su voluntad. ¿Cómo, si no, vais a servir a los ancianos? ¿Cómo, si no, vais a amar a los ancianos como si fueran vuestros señores? ¿Cómo si no, vais a dejar a los ancianos a los que servís, incluso vuestro lecho, si no tuvieran techo para dormir? ¿Cómo vais a privaros de comida para que ellos coman? ¿Cómo vais a renunciar vosotras a todo cariño y afecto humano para que ellos tengan cariño y afecto humano? Solamente si dejáis que Cristo lo haga en vosotras. Y entonces, la Paz de Cristo reinará en vuestro corazón. Esa Paz que Cristo nos prometía: os dejo la Paz, os doy mi Paz. No la Paz que da el mundo, sino la Paz que sólo Cristo puede dar. Pues que esa Paz sea el distintivo de vuestra vida. Y así, a vuestro alrededor, con vuestras hermanas, podréis dar testimonio de todo lo que el Señor hace por vosotras y en vosotras. Como ahora en este momento vamos a ser testigos de lo que Dios ha hecho en Sor Ana Isabel de San Luis Gonzaga y en Sor Marta Isabel de la Encarnación. 50 años de vida consagrada son un grandísimo regalo. pues hermanita: ¡cuéntenos lo que Dios ha hecho en estos 50 años. Y querida sor Marta Isabel: cuéntenos las hazañas que Dios ha realizado en su vida en estos 25 años. Estoy seguro que su testimonio es un testimonio hermosísimo para las hermanitas que han profesado esta mañana y para las hermanitas que ahora, en este momento, van a hacer su profesión temporal.”
En la primera lectura, con san Pablo, vemos que hay que pasar mucho para entrar en el reino de los Cielos. Esta semana, leía un comentario del padre Raniero Cantalamessa que decía que Dios se sirve de los sufrimientos de la vida cotidiana para purificarnos, pero no añade ningún sufrimiento por su voluntad a los que la vida ya nos propone. Hay que pasar mucho para entrar en el Reino de los Cielos, efectivamente. Vosotras, queridas hermanas, tendréis muchas pruebas, muchos sufrimientos. A partir de ahora, ¿qué sufrimientos os vais a encontrar?
Pues el primero, el sufrimiento de renunciar a la propia voluntad. “Desde que mi voluntad está rendida del todo a la vuestra…” Santa teresa. Pues bien: renunciar a vuestra voluntad: vuestra voluntad, desde hoy, es la voluntad de Dios. Eso es muy hermoso. Pero es un sacrificio. Porque a todos nos gusta ser independientes, ser autónomos y hacer lo que queremos. Renunciando a vuestra voluntad, os estáis expropiando y estáis diciendo: ya no rijo yo mi vida: es Dios quien rige mi vida. La voluntad de Dios es mi voluntad. Pero este ejercicio, es un ejercicio de ascesis, que comporta un sufrimiento, una mortificación, porque hay que ir muriendo al yo propio para dejar que cada vez sea más el Yo de Cristo quien esté en vuestra vida.
Otro sufrimiento que seguramente tendréis que afrontar en vuestra vida es renunciar al propio egoísmo. Renunciar al egoísmo para llevar una vida de comunidad. la vida de comunidad exige el dejar de lado completamente mi egoísmo, pensar solamente en mí mismo, en mis gustos… para pensar en la Comunidad, y entregarse por entero a la comunidad. Es el distintivo de la profesión religiosa: la vida comunitaria, y estimar a las hermanas, y amarlas y quererlas de verdad… no debe ser tarea fácil. Porque si ya nos cuesta en las relaciones ordinarias el querernos, el respetarnos, el perdonarnos, el aguantarnos de vez en cuando… pues, viviendo las 24 horas juntas, compartiendo todo, compartiendo trabajo, oración, espacios… bueno, pues, a veces, eso también resulta difícil. Hay que pasar esos sufrimientos.
Y después, una 3ª cosita que me parece también que es muy significativa: entregar vuestra libertad a Cristo, renunciar a la propia libertad. Eso en estos momentos en los que uno de los grandes valores que prima en la sociedad, y sobre todo entre jóvenes, coetáneos vuestros, es hacer lo que quiero, donde quiero, como quiero y cuando quiero. Y vosotras, justamente, estáis ofreciendo vuestra libertad a Cristo para no hacer lo que vosotras queréis, sino lo que Él quiere. Y dejando que vuestra libertad sea Cristo. Es decir: ser libres en Cristo, desprenderos de todo por Cristo, para vivir en la libertad de Cristo. Y así desprenderos de vanagloria humana, desprenderos de gratificaciones humanas, desprenderos de comodidades, de caprichos… de todo aquello que humanamente nos apetece como aquello que parece que va a hacer nuestra vida más feliz pero que, en el fondo, son ataduras. Vosotras, en este seguimiento perfecto de Cristo, os iréis poco a poco desprendiendo de todo esto para que vuestra libertad entera sea Cristo.
Vuestra voluntad, la voluntad de Dios.
Vuestro yo, el Yo de Jesucristo
Y vuestra libertad, la de Jesucristo
Y todo esto es una lucha, un sacrificio… Un que toda vuestra vida va a ser una carrera de obstáculos. Pues sí… pero no. Más no que sí. Porque todo esto lo hacéis porque Cristo lo hace en vosotros. Es como acababa la lectura de los Hechos de los Apóstoles. Ellos contaron todo lo que el Señor había hecho por medio de ellos. Pues mirad: vosotras vais a dejar que el Señor actúe en vosotras y, por eso, todo este camino de sufrimiento realmente y de luchas, se va a convertir en un camino de Gloria también. Es un camino de amistad con Cristo, porque dejaréis que Él actúe en vosotras y que vosotras seáis también instrumentos suyos, para que Él realice su voluntad. ¿Cómo, si no, vais a servir a los ancianos? ¿Cómo, si no, vais a amar a los ancianos como si fueran vuestros señores? ¿Cómo si no, vais a dejar a los ancianos a los que servís, incluso vuestro lecho, si no tuvieran techo para dormir? ¿Cómo vais a privaros de comida para que ellos coman? ¿Cómo vais a renunciar vosotras a todo cariño y afecto humano para que ellos tengan cariño y afecto humano? Solamente si dejáis que Cristo lo haga en vosotras. Y entonces, la Paz de Cristo reinará en vuestro corazón. Esa Paz que Cristo nos prometía: os dejo la Paz, os doy mi Paz. No la Paz que da el mundo, sino la Paz que sólo Cristo puede dar. Pues que esa Paz sea el distintivo de vuestra vida. Y así, a vuestro alrededor, con vuestras hermanas, podréis dar testimonio de todo lo que el Señor hace por vosotras y en vosotras. Como ahora en este momento vamos a ser testigos de lo que Dios ha hecho en Sor Ana Isabel de San Luis Gonzaga y en Sor Marta Isabel de la Encarnación. 50 años de vida consagrada son un grandísimo regalo. pues hermanita: ¡cuéntenos lo que Dios ha hecho en estos 50 años. Y querida sor Marta Isabel: cuéntenos las hazañas que Dios ha realizado en su vida en estos 25 años. Estoy seguro que su testimonio es un testimonio hermosísimo para las hermanitas que han profesado esta mañana y para las hermanitas que ahora, en este momento, van a hacer su profesión temporal.”
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